b ::..Sol Profundo: Pintando destinos::..

27 septiembre 2006

Pintando destinos

Siempre he pensado que el destino de una persona no está escrito sino que es redactado día a día por decisiones cotidianas, pero aun así a veces me sorprende el poder que puede llegar a tener sobre la vida cualquiera de estas resoluciones. Girar a derecha o izquierda en una intersección puede cambiar el sentido a todo.

Tengo la poco ecológica costumbre de pasear en coche, sobre todo después haber pasado tiempo enclaustrado en casa intentando cambiar el mundo con el sofá como aliado y armado con el mando a distancia. Me relaja. Con la radio como compañera me desplazo surcando callejuelas, sin sentido alguno ni rumbo determinado, pensando en mis cosas, visitando pasados. Pero esta vez el destino decidió mostrarme una de sus cartas.

Encontré en mi camino una intersección cotidiana y en vez de continuar por la ruta acostumbrada, hice un giro a la izquierda por una calle que en el pasado paseaba junto a una antigua novia, atardecer tras atardecer. Y al final de la calle estaba él.

Hacía tiempo que no lo veía. Pertenece a ese grupo de amistades que años atrás parecian que llenaban el mundo pero que a pesar de la ausencia y el tiempo transcurrido continúan habitando en tu corazón. A mi amigo le pusieron de pequeño uno de esos apodos que describen a la inversa. Por “Chiquitín” respondía. Todo el espacio vital que ocupaba siempre ha ido relleno de una bondad sin igual. Nunca le oí levantar la voz ni negar ayuda a quién lo necesitara.

Toda su inmensa persona se hallaba charlando junto a una gente que no llegué a reconocer y para no romper la armonía, tomé la decisión de hacerle un saludo mientras pasaba de largo. Pero algo en su actitud me hizo ver que quería que parara. Me detuve y deslicé el cristal del acompañante hasta que la puerta lo acabo por devorar. Y por ahí asomó mi amigo la cabeza, porque el espacio que deja el cristal no daba para más.

Con el primer examen que le hice a su cara supe que pasaba algo. No habíamos digerido aun los saludos cuando comenzó a confesar por su boca lo que sus ojos ya me habían comenzado a contar. Pueden engañar nuestras palabras, puede mentir nuestra sonrisa, pero nunca nuestros ojos. Los ojos no conocen el engaño.

Se despedía. Partía al día siguiente hacía Sevilla con su mujer y su hijo recién nacido. Aquí el trabajo esta muy mal, todo esto es muy caro y me voy para allí pues mi mujer tiene familia, me dijo. Sin dejarme hablar, me puntualizó que ya no nos volveríamos a ver. No puede ser. Seguro que nos volveremos a ver, pude por fin decir. Me muero... No me queda mucho tiempo de vida, me confesó. Las venas que aprovisionan su corazón están obturadas y su médico no se aventura a predecir su caducidad, pero será más pronto que tarde. Que ironía. Aquello que te hace grande a veces también te hunde.

Nunca me he considerado una persona locuaz, pero siempre tengo respuestas para todo. Pero esta vez no. Mi cerebro lanzaba palabras hacía una boca que se hallaba sellada y se acumulaban en mi estómago. La única respuesta que obtuvo mi amigo por mi parte fue una cara de circunstancias y un apretón de manos. Lo siento amigo mío. Ni tan siquiera recordé preguntarte si el número de teléfono que obraba en mi poder era operativo. Y no lo es. Ahora lo único que puedo hacer es escribirte estas líneas, sin señas ni camino, como despedida.

Hasta siempre amigo mío. Espero que vivas lo suficiente para disfrutar de ese hijo que tanto tardó en llegar. Siempre te recordaré. Cuando acabé de pintar mi destino, nos volveremos a ver.

Etiquetas:

2 Comentarios:

Blogger Isthar dijo...

Es curioso como a veces elegimos los caminos que nos llevan a cosas concretas que de otro modo, habríamos pasado de largo. Unos lo llaman casualidad, otros causalidad. Yo siempre he tenido la sensación de tomar, pese a todas mis interminables equivocaciones, el camino que debía llevarme al siguiente escalón. Lo cierto es que tanpoco importa mucho, porque nunca hubiera sabido qué me perdía de haber tomado otra dirección, no sería consciente de nada, simplemente hubiera seguido transitando por otra realidad distinta.

En fin, antes de que me ponga a disertar acerca del determinismo o de la casualidad, me centraré.

A veces, cuando se nos acumulan un sinfín de inesperadas emociones, nos cuesta articular palabra. Y sólo después, tras un periodo de reacción, nos damos cuenta de todas las cosas que en realidad quisimos decir.

Supongo que de alguna forma le llegará tu despedida, aún cuando no lea estas palabras.

28/9/06 13:51  
Blogger Sundeep Kingea dijo...

Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

28/9/06 22:22  

Publicar un comentario

<< Home